El pueblo ribagorzano tiene un museo del juguete tradicional que lleva al visitante veterano a los tiempos de su niñez, y causa estupor entre los pequeños al conocer juegos que, al menos para ellos, son muy nuevos. El pueblo también es perfecto para los amantes de los descensos fluviales, con oferta abundante de firmas, y un placer para todos aquellos que aprecian la buena carne gracias a Casa Begué, una parada obligatoria de este colectivo si se acerca a la zona.
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